EL JAPÓN (año 1929)
por JIDEKO SELLÉS ÓGUINO DE VIDAL
16.- EL CASAMIENTO
El casamiento en el Japón no significa una cadena irrompible, sino una unión de dos vidas que por cualquier inconveniente por parte tanto del marido como de la mujer, tiene fácil ruptura, quedando entrambos en libertad absoluta para volver a casarse.
El amor no existe en el Japón. Los jóvenes se casan por mandato de sus padres. En ello interviene la oficiosidad de un amigo de la familia. Este es quien busca la novia entre sus relaciones. Cuando da con alguna musumé a quien conceptúa en edad para casarse, pasa a consultar a sus padres de ella si están dispuestos a darla en matrimonio. Si acceden, dirígese el casamentero a casa del novio para anunciar el hallazgo. Entonces las dos familias se citan, regularmente en una casa de te, y allí se verifica el encuentro. Si los muchachos se gustan, el novio entrega a la novia un abanico, aunque a veces sólo se contentan con mirarse de lejos. Siempre por mediación del amigo oficioso, expone el novio la cuantía de su dote, que preferentemente consiste en dinero, y la novia notifica el ajuar que llevará, que suele consistir en dos cómodas, un arca repleta de kimonos, el sturidai, armarito para guardar las guetta (sandalias de madera), una tabla grande, del tamaño de un tatami (estera de paja fina que cubre el suelo de las viviendas japonesas), con su diminuto tocador, y en otras chucherías de su uso particular. La costumbre es que los padres den a la hija, al casarse, toda la ropa que pueda necesitar durante su vida, con el fin de evitarle al marido, por cortesía, el gasto de nuevos kimonos una vez casados.
A los dos o tres días de enviar el equipo, va la novia, acompañada por sus padres y del amigo que arregló el casamiento, a casa de sus futuros suegros. Estos la reciben con todos sus parientes, y acto seguido les ofrecen una gran comida, bebiendo sake, brindando por la felicidad de los prometidos y prolongando la fiesta hasta muy entrada la noche.
En una habitación próxima vuelven los novios a tomar sake en unas copas de laca fina llamadas Sansankudo no sakazuki, que sólo se usan en las grandes solemnidades.
Llena el novio una copa y se la ofrece a la novia, quien la recibe y la bebe. Esta, a su vez, llena otra y se la brinda a él, para que haga lo propio.
En la mejor habitación de la casa, en el tokonoma, debajo de un Kakemono representando alguno de los siete dioses de la Fortuna, se pone en una base en forma de la flor de umé (ciruelo) con sus cinco pétalos sostenidos por cuatro patas, el shochikubai (representa un pino, un bambú y una rama florida de ciruelo), hecho con papel primorosamente trabajado. A los lados se coloca el Totomba, representando un anciano y una anciana con sendas escobas en las manos, significando el deseo de que los nuevos esposos vivan tantos años como ellos.
En la actualidad, siguiendo la costumbre implantada por los occidentales, los novios van al templo y piden al bonzo que interceda cerca de los dioses para que les concedan largos años de vida y numerosa descendencia. Después se dirigen al hotel o a sus casas, y emprenden su viaje de bodas, hacia América o hacia Europa. Si se quedan en el país y van al templo de Isé, es creencia general que al poco tiempo se separarán, como también si van al templo de Mirumé el matrimonio se disolverá sin disgustos ni riñas.
Las solteronas incasables que visitan al templo de Idzumo tienen novio al poco tiempo.
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