EL JAPÓN (año 1929)
por JIDEKO SELLÉS ÓGUINO DE VIDAL
La industria laquera ha llegado en el país a un grado tal de perfección que goza en todo el Orbe de merecido renombre. El trabajo de la laca es pesado y minucioso. Ante todo precisa que la madera esté especialmente preparada, sobre todo la que ha de servir para la laca mate, que exige maderas sometidas a una preparación de años. La laca es un barniz que se extrae de un árbol que se cría en el Japón y que se llama rhus vernicifera. Este barniz, según la clase de laca que se quiera obtener, se emplea solo o mezclado con otros elementos. Se le puede dar todos los tonos y colores : la laca negra, que presta un sello tan señorial a los objetos, la roja, la verde, el tono dorado, tan límpido y bien logrado, etcétera. Hay, asimismo, muchos trabajos con incrustaciones de marfil, de oro, de nácar y aplicaciones de bronce o de cualquier otro metal. Las lacas antiguas exigían un trabajo ímprobo.
A veces se empleaba años enteros para realizar una de esas labores que hoy son consideradas como obras maestras. Pero hoy se ha industrializado este arte, y los trabajos ya no son tan perfectos. No obstante, las lacas japonesas gozan de un prestigio universal. Se fabrican en grandes cantidades para atender las crecientes demandas del extranjero. Las lacas antiguas alcanzan precios exorbitantes. Las lacas de oro son de una variedad infinita, y las hay grabadas y hasta esculpidas. Las que se fabrican actualmente se venden a precios moderados. Todavía existen grandes artistas dedicados a decorar las lacas ; pero no podrían vivir de su arte si tuvieran que dedicar varios años a la producción de una sola de sus obras, como sucedía antes. Nadie encarga esta clase de trabajos, pues los compradores ricos prefieren adquirir las lacas antiguas. Esto es de lamentar, pues no cabe duda de que podrían fabricarse en nuestros días lacas tan preciosas como las del siglo XVIII, cuando los señores alojaban, vestían y pagaban durante quince o veinte años a los artistas laqueros para obtener una de sus obras. El más célebre decorador de la laca fué Korin, que ocupa un lugar preeminente en la historia artística del Japón.
Hay lacas magníficas en las que se emplea el oro en polvo, matizando el dibujo con una delicadeza insuperable. El oro se combina con colores tan radiantes que parece increíble que manos humanas hayan podido crear tales maravillas. La laca japonesa, aun la más corriente, es de una gran resistencia y de una inalterabilidad absoluta. Los platos que los japoneses usan diariamente y las tazas en las que comen el arroz, son invariablemente de porcelana o de laca, lo mismo que los bols para el caldo, que generalmente lo echan hirviendo, sin que por esto se altere el brillo de sus tonos, a pesar de los varios fregoteos que esta vajilla experimenta diariamente. También se fabrican en laca biombos, cuyos marcos suelen ser de laca tallada. En el decorado de estos biombos predomina el paisaje a base de flores de sakura, crisantemos o pájaros, maravillosamente tallados en nácar y marfil.
La sabia combinación de estos materiales produce los efectos más sorprendentes. Se producen muebles suntuosos de tono brillante y mate y recargados de talla, que se destinan a la exportación, pues los japoneses no los usan. Estos muebles, casi siempre sillas, sillones y mesas, están tomados de modelos chinos, y su adorno principal son los dragones, prodigados con una inventiva que dice mucho en favor de la poderosa imaginación de los artistas que los conciben y ejecutan, pues realmente es algo extraordinario reproducir un solo animal en tantas y tan distintas actitudes.
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