EL JAPÓN (año 1929)
por JIDEKO SELLÉS ÓGUINO DE VIDAL
El mandzai, la danza popular que se celebra por Año Nuevo. |
Nihon o Nippon es una palabra derivada del chino que significa punto por donde sale el sol. Por eso los occidentales llaman al Japón el Imperio del Sol Naciente. Está situado al extremo Noroeste de Asia, y lo integran un grupo de 4,000 islas aproximadamente, siendo la principal la de Nihon u Honshyu, la mayor de todas. Le siguen en importancia la de Hokaido, al N. de Honshyu, la de Shikoku y Kyushyu, al S., y bajando hacia el mar de China, como un rosario desgranado, las islas de Ryu Kyu y Taiwan (Formosa). Por el tratado de 29 de agosto de 1910 fué anexionada al Japón la península de Corea. Las islas japonesas están cubiertas por una cadena de montañas, y muchas de ellas son de carácter volcánico. En el archipiélago japonés hay una veintena de volcanes en actividad. Los cráteres apagados son infinitos. Las regiones volcánicas más propicias a la erupción, empiezan en las islas Kuriles, al N. de Hokaido, cuyas cimas alcanzan unos 3,000 m. de altura, siguen hacia el Sur, al centro de Honshyu y acaban en la isla de Kyushyu. El más célebre de los volcanes, no sólo en el Japón, sino en el Mundo, por su bellísima forma, es el Fujiyama, que mide 3,745 m. sobre el nivel del mar. Desde la erupción de 1708 no ha dado muestras de actividad. El archipiélago japonés ofrece los más bellos paisajes. El territorio, montañoso, abunda en lagos, cascadas y torrentes que brindan espectáculos admirables. La vegetación es exuberante y los montes están cubiertos de momidji, de sakura y de pinos que adquieren formas caprichosas y elegantes, pinos que únicamente en el Japón adoptan curvaturas inquietantes y que tan delicadamente se adaptan al paisaje japonés. Los más célebres artistas del país los han copiado en sus dibujos. El monte Biwa, cuyos contornos tienen la forma de una guitarra japonesa, es célebre por su pintoresco aspecto, por las ocho famosas bellezas que encierra y por las leyendas que evoca. Lástima que tan fértil y hermosa tierra esté sometida a la constante amenaza de los terremotos. Reciente está la horrorosa catástrofe de 1923, que destruyó Yokohama, una de las poblaciones más ricas y progresivas del Japón. La magnitud del desastre se evidencia al decir que las casas se derrumbaron, las cañerías de gas explotaron y el fuego se extendió tan velozmente que los habitantes no pudieron salvarse del incendio. Hirvieron los estanques y morían cuantos se arrojaban a ellos. La escena fué verdaderamente dantesca. Hubo personas que para salvar la vida se metieron en el mar, donde permanecieron tres días bajo el agua, sacando la cabeza para respirar, pues el calor del incendio les abrasaba el rostro.
Algunas islas desaparecieron y surgieron otras nuevas. El suelo se elevó dos metros en algunos sitios y en otros se hundió más de tres. Los túneles se hundieron y los trenes descarrilaron, y para colmo de tanto horror el mar lanzó fieramente olas embravecidas que barrieron poblaciones enteras. Fueron muchos los millares de víctimas de estos furores de la naturaleza, tan pródiga en bellezas que en algunas regiones parece de ensueño. Y, sin embargo, ¡ cuán desastrosas sus sacudidas ! Se calcula en 150,000 los mártires de esta hecatombe, y se necesitaron 700 millones de yens para reconstruir las ciudades que más sufrieron los horrores de la destrucción. Estos fenómenos naturales no son frecuentes, afortunadamente. Sólo de siglo en siglo se registran calamidades de tan pavorosas proporciones.
Poético rincón de un jardín japonés con su capillita. |
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